miércoles, 28 de marzo de 2012

Ejerza su libertad

                       
Cuando el sacerdote empezó a leer el evangelio, un perro echado en la puerta del templo lo miró y lo oyó.

Lo oyó, pero no lo escuchó. Lo oyó porque los perros oyen muy bien. No lo escuchó, porque un animal no puede escuchar.


Dentro del mismo templo, sentada en un banco, había aquel domingo una persona. También esta persona miró al sacerdote, y también lo oyó leyendo el evangelio.

Pero tampoco lo escuchó.

El perro no escuchó porque no puede. Esta persona no escuchó porque no quiso. Libremente decidió bloquearse a la palabra de Dios, y distraerse pensando en otra cosa.

Finalmente aquel día, en el mismo templo, había otro tipo de persona. Al igual que el perro y el primer hombre, esta también miró y oyó al sacerdote. Pero hizo algo más: escuchó.

El perro no podía tomar la decisión de escuchar, porque no tiene inteligencia para pensar ni voluntad para decidir. Sigue sólo sus instintos: no es libre.

Las dos personas sí eran libres.

Al primero lo dominó la distracción.

El segundo logró escuchar.

¿Cuál considera usted tiene mayor grado de libertad? El mundo donde estamos viviendo nos está haciendo muy difícil escuchar. Estamos bombardeados de imágenes y de ruidos, y casi constantemente reaccionamos distraídamente a estímulos externos.

Con razón hay tantas personas desorientadas, siendo manipuladas desde afuera, sin haber encontrado algo que dé sentido a su vida y le revele su camino personal hacia la felicidad. Esas personas necesitan la libertad de escuchar.
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En el evangelio de este domingo (Marcos 9, 1-9) se oye la voz de Dios haciendo una declaración: “Este es mi hijo a quien yo quiero”.

Y haciendo una exhortación: “Escúchenlo”.

Hoy en cada misa habrá animales oyendo sin poder escuchar, personas dominadas por la distracción; y otras ejerciendo la libertad de escuchar la palabra de Dios, a pesar de todas las distracciones que puedan tratar de dominarlos.

El Señor lo dijo: “Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica.” (Lucas 11,28) Y en otra parte: “El que escucha mi Palabra y la pone en práctica es como un hombre inteligente que edificó su casa en la roca” (Mateo 7,24).

Alegrémonos, amigo. Si usted ha decidido leer este artículo y ha terminado de hacerlo, a pesar de todas las distracciones que hayan querido desviarlo, es señal de que también es capaz de escuchar y entender la Palabra de Dios.

Y eso es un grado de libertad que pocas personas poseen.

La pregunta de hoy
¿Puede cualquier persona ejercer la libertad de escuchar la palabra de Dios?
La puerta principal de la Iglesia actual de Belén tiene solamente cuatro pies de altura. Los niños entran por ella fácilmente. Los adultos... tienen que agacharse.

Sí. Cualquier persona puede ejercer la suprema libertad de escuchar la Palabra y decirle sí a Dios. Sólo debe tener la humilde valentía de hacer silencio, y agacharse.

“Les aseguro que si no cambian y se hacen como niños, no podrán entrar en el Reino de los cielos” (Mateo 18,3).

Nota: ¿Ha descubierto usted al Señor ya presente en su vida en esta Cuaresma?

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