sábado, 10 de octubre de 2015

Cómo defenderse de la tentación



Leer | Santiago 1.12-16 | Para construir una defensa contra la tentación, debemos entender cómo funciona. Cada pecado origina un pensamiento, a menudo el resultado de un dardo de fuego que el maligno lanza a nuestro camino (Ef 6.16).


Si el creyente se aferra a ese pensamiento, éste se convierte en una fantasía —la oportunidad de imaginar lo que sería llevar a cabo esa idea, sin llegar a practicarla. El problema con las fantasías es que fácilmente pueden turbar las emociones de una persona.

Esto crea un deseo, que lleva al creyente al punto donde tiene que tomar una decisión: O consiente el pecado, o lo rechaza. Este proceso es muy peligroso, ya que la evolución del pensamiento hasta la decisión puede ser casi instantánea.

Los creyentes sabios deciden con antelación resistir la tentación, antes de que ella entre en su conciencia. Hay dos puntos de apoyo para una buena defensa: el compromiso de obedecer a Dios, y el reconocimiento de que Él tiene el control y ha limitado lo que Satanás puede hacer (1 Co 10.13).

De la misma manera podemos mantenernos firmes cuando la tentación deja de ser una fantasía. Satanás tiene la forma de llamar la atención al placer del pecado hasta que eso sea lo único que veamos. Pero con un esfuerzo consciente podemos ver todo el panorama: ¿Es esta decisión una violación de la Palabra de Dios? ¿Cuáles son las consecuencias? ¿Estoy dispuesto a pagar ese precio?


Ninguna defensa contra la tentación está completa sin el estudio de la Biblia y la oración, pues ellas edifican nuestra fe. Si el baluarte alrededor de nuestra mente y de nuestro corazón se fortalece, estaremos más que preparados para apagar los dardos de fuego de Satanás.


Fuente: En Contacto

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